Raíces
de papel es una plataforma cultural creada en 2009 por Juan Calderón Matador y Javier Bueno.
Juan Calderón Matador es natural de Alburquerque (Badajoz). Empezó
su andadura profesional como empleado de banco aunque reconoce que los números
nunca fueron su vocación.
A
los 9 años ya hizo sus pinitos como autor y director teatral, versionando para
teatro los cuentos “Caperucita Roja” y “La cenicienta”.
Con
10 años fue a estudiar al Seminario Diocesano de Badajoz, donde formó parte de
una rondalla y cuando había recepciones en el Seminario siempre le elegían para
recitar poemas.
Su
experiencia laboral comenzó a los 14 años en el Banco Español de Crédito, al
que se incorporó como botones. A los 21, después de realizar el Servicio
Militar, pidió el traslado a Madrid, donde ascendió profesionalmente y trabajó
hasta la fecha de su prejubilación con 50 años. Entonces es cuando se le abren
las puertas del universo artístico.
En
Madrid, estudió arte Dramático y Música y se involucró en talleres literarios y
de pintura.
En
1977 publica su primer libro de poesía, “Camino ancho, paso desolado” e inicia
su actividad teatral.
Desde
entonces se puede decir que ha hecho de todo, ha sido actor, cantante,
compositor, poeta, pintor, director teatral, humorista… No hay faceta artística
que se le resista.
Por
su parte, Javier Bueno Jiménez, es
un poeta, narrador, actor, artista plástico y fotógrafo. Ha estado a cargo de
la Galería de Arte Albaquercus en Madrid por varios años. Tras el seudónimo de "Arvikis"
desarrolla una gran actividad en las redes, donde ha desarrollado alrededor de
veinte blogs especializados. Ha publicado los libros: Hoy he sabido que
nacerás mujer, L'Amentos en otoño, Materlink y El orgasmo
fluvial de Lolita Valor.
En
este enlace http://raicesdepapel.blogspot.com.es/ podéis ver esta plataforma
cultural, descargar sus revistas, leer microrrelatos …
Y
como muestra os dejo este microrrelato titulado “Tardes de lluvia” de Javier Gómez
Fernández (Sevilla)
Tardes de lluvia.
La
tarde se ha metido en lluvia. Luis me llama para comunicarme que la partida de
póquer se suspende, la tormenta los ha atemorizado. Cualquiera sale con la
tardecita que hace.
La
casa se me cae encima, así que, a pesar
de que sigue diluviando sin parar y que me han dejado solo, decido irme al
cine. La película me daba igual, la determinará la cercanía de la sala. El cine
más cercano está al final de la avenida, así que me pongo la gabardina y
tomando el paragüas en la mano derecha, me lanzo a la aventura.
La
sala está prácticamente vacía, somos pocos los que nos hemos atrevido. Cuando
las luces están a punto de apagarse, la veo llegar. Se sienta a mi lado. Por
supuesto, dejando dos butacas de separación. Nos cruzamos una fugaz mirada un
segundo antes de que la sala quede a oscuras y dé comienzo la película.
Veinte
años después, estoy sentado en el sofá junto a ella, esta vez sin separación.
Nos cruzamos una mirada antes de que empiece la peli que echan esta noche en la
tele. Ella apoya su cabeza en mi hombro, ha empezado a llover.
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