El
viaje es uno de los grandes temas literarios, como el amor o la muerte. Por eso
los estudiosos no acaban de ver claro lo de etiquetarlo y considerarlo como un
género literario.
Andre Gide (escritor francés, premio
Nobel de Literatura en 1947), viajó al
Congo enviado por el gobierno y acabó escribiendo un libro anticolonialista: “Viaje
al Congo”; Evelyn Waugh (novelista británico
de la primera mitad del siglo XX) escribió sobre el Mediterráneo a bordo de un
crucero; Graham Greene ( escritor, guionista y crítico británico del siglo XX) nos contó su estancia
en Liberia en “Viaje sin mapas: una aventura por el corazón de Liberia” y Pearl
S. Buck sus viajes por Japón en “La estirpe del Dragón”.
También es muy recomendable leer a los clásicos: John Steinbeck
(escritor estadounidense, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1962),
narró su experiencia conduciendo por Norteamérica en “Viajes con Charley”; o Lawrence
Durrell, describe la magia de las islas griegas en “Las islas griegas”,
En España, Camilo José Cela, en “Viaje a la Alcarria”, Miguel
Delibes narró su periplo americano en “Diario de un emigrante” y Julio
Camba hizo lo mismo con sus viajes como corresponsal.
A finales del siglo XX, el periodismo literario hizo que la
literatura de viajes quedase relegada a un segundo plano. Con “En la Patagonia!”, Bruce Chatwin fusionó ficción y
periodismo, dando como resultado un libro mitad viaje, mitad novela
autobiográfica, Ryszard Kapuściński, con su novela “Ébano”, mostró la
realidad de otras culturas, Cees Nooteboom en “El desvío a Santiago”
introdujo su talento como poeta, Paul Theroux, nos contó sus viajes en
ferrocarril en “El gallo de hierro” y Martín Caparrós en “Crónicas de
fin de siglo”.
Si lo que os gusta es la literatura de viajes, podéis leer “Un otoño
romano” de Javier Reverte, en el que el autor, utilizando la forma de diario,
nos ofrece su visión de la “ciudad de las ciudades”, como anteriormente lo
hicieran Goethe o Stendhal.
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