jueves, 29 de octubre de 2015

Orígenes de Halloween

A finales del mes de Octubre, los antiguos pueblos celtas solían celebrar una gran fiesta para conmemorar “el final de la cosecha”, bautizada con la palabra Samhain que significa, ‘el final del verano’. Era en esta época cuando almacenaban provisiones para el invierno y sacrificaban animales.
Los celtas creían que esa noche de Samhain, los espíritus de los muertos volvían al mundo de los vivos y por eso encendían hogueras para ahuyentar a los malos espíritus. Se consideraba la fiesta nocturna de bienvenida al Año Nuevo. La costumbre era dejar comida y dulces en las puertas de las casas y encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz.
Los celtas iban recogiendo los alimentos para ofrecérselos a los dioses.
Estos rituales incluían algún otro sacrificio, para lo cual, preparaban un gran nabo hueco con carbones encendidos dentro, representando el espíritu que creían que les daba poder.
Con el auge del cristianismo la fiesta pagana se cristianizó, llamándose “Día de Todos los Santos”, que traducido al inglés será All Hallow’s Eve. De ahí la expresión actual de Halloween.
A mediados del siglo XVIII, los emigrantes irlandeses empiezan a llegar a Norteamérica y con ellos, llega allí su cultura, sus tradiciones, y como no, la noche del Samhain, pero con algunos cambios. Se empiezan a utilizar calabazas (más grandes y fáciles de ahuecar) en lugar de nabos.
A finales del siglo XIX, llegan a EEUU muchos más emigrantes de origen celta y esta fiesta, se mezcla con otras creencias de origen indio.

Pues bien, aquí en Extremadura, ya se celebra el Samhain desde hace tiempo.
Hasta hace bien poco el día de Todos los Santos se pedían castañas, higos y nueces, se comía en el campo y se contaban cuentos y leyendas alrededor de una hoguera.
Es “La Moragá” de Serradilla, “Los Tosantos” de Alconchel, el “Magusto” de Carbajo y Valencia de Alcántara, “La chaquetía” de Mérida, Calzadilla de los Barros y Bienvenida, “La chiquitía” de Santibañez el Alto y el Bajo, “La Borrajá” de Hoyos, “La calbotá” y “La corrombla” de Villanueva de la Vera, “La carvochá” de Las Hurdes, “Los calbotes” de Plasencia o de Bohonal de Ibor, o “El Carbote” de Casar de Cáceres.

El día de Los Difuntos aparecían las ‘ánimas benditas’ que recorrían las calles del pueblo pidiendo dinero de casa en casa. Eran personas  con capuchas y vestidas de negro, que llevaban esquilas  y pasaban por las calles murmurando. Muchas veces terminaban en el cementerio.

Calavera del Conqui. Fuente:
cosasdequintanadelasernaquintanejosdotcom1.wordpress.com
Los niños paseaban por los pueblos sus calaveras mucho antes de que las calabazas se pusieran de moda. Porque ya hace mucho tiempo, aquí, en Extremadura, ya se vaciaban las sandías y los melones. Y le metían una vela dentro. Y a eso le llamaban calaveras. Calavera el Conqui, concretamente.
En algunos lugares, como en Montijo, el melón convertido en calavera se colocaba sobre una tabla, y se llevaba por las casas y los niños pedían monedas o chucherías, cantando alguna canción.
En otros pueblos extremeños como  Malpartida de Cáceres, por la noche, los chavales salían a la calle con «calaveras» encendidas hechas con la cáscara de las sandías.
Así que, cuando veamos a los niños con una calabaza diciendo “truco o trato” por las calles, sabed que están haciendo lo mismo que ya hacían sus abuelos y bisabuelos, ahuecando melones y sandías y reclamando al vecindario una propina en forma de alimentos a la que llamaban “chaquetía o chiquitía”, que después comían en el campo al calor de una hoguera.

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