Apenas una
semana después de festejarse el Día Mundial de la Poesía, el 28 de marzo de
2017 se conmemora el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández (Orihuela,
30 de octubre de 2010- Alicante, 28 de marzo de 1942). Nacido en el seno de una familia humilde y
con un provechoso conocimiento de poetas clásicos españoles como Garcilaso,
Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz, Miguel Hernández completó su visión de
la poesía más contemporánea a través de su relación con Pablo Neruda y los
poetas de la llamada Generación del 27. Tras finalizar la guerra civil, en la que
participó activamente, fue detenido en la frontera con Portugal y condenado a
pena de muerte que se le conmutó por 30 años de cárcel, aunque, enfermo de tuberculosis,
la muerte le sorprendió en la Cárcel de Alicante cuando apenas tenía 31 años de
edad. Sin embargo, a pesar de su temprana muerte ya había dejado escritos
algunos poemarios imprescindibles en la historia de la literatura española:
‘Perito en lunas’, ‘El rayo que no cesa’, ‘Vientos del pueblo’, ‘El hombre
acecha’, ‘Cancionero y romancero de ausencias’.
Aquí os dejo
unos pocos versos para que disfrutéis de este gran poeta:
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
(Del libro ‘Cancionero y romancero de ausencias’ (1938-1941).
Te me mueres de
casta y de sencilla…
estoy convicto,
amor, estoy confeso
de que, raptor
intrépido de un beso,
yo te libé la
flor de la mejilla.
Yo te libé la
flor de la mejilla,
y desde aquella
gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de
escrúpulo y de peso,
se te cae
deshojada y amarilla.
El fantasma del
beso delincuente
el pómulo te
tiene perseguido,
cada vez más
patente, negro y grande.
Y sin dormir
estás, celosamente,
vigilando mi
boca ¡con qué cuido!
para que no se
vicie y se desmande.
(Del libro “El rayo que no cesa” 1934-1935)
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